lunes, 16 de noviembre de 2015

Textos que hemos comentado en clase

TEXTO 1

En nombre de dios. Yo Ramiro, por la gracia de Dios rey de Aragón, te doy a ti Ramón, conde de Barcelona y marqués, mi hija por mujer junto con todo el reino de Aragón, íntegramente. Y te encomiendo a ti todos los hombres del mencionado reino con homenaje y juramento a fin de que te sean fieles (…) sin ningún fraude ni deslealtad, salvada la fidelidad debida a mi y a mi hija.
También, todas estas cosas antedichas yo el mencionado rey Ramiro te las hago de tal manera a ti, Ramón, conde de Barcelona y marqués, que, si mi hija falleciera prematuramente, y tú aún vivieras, (…)  yo el antes mencionado Rey Ramiro seré rey, señor y padre en el mencionado reino y en todos los condados hasta que a mí me plazca.
Ha sido hecho el acto el 3 de los idus de agosto del año 1137 (…)

TEXTO 2
El rey de Córdoba, movido por una furia insana, preparó un gran ejército y ordenó a Oppa ir con Alquamah y el ejército a Asturias. Yendo con un ejército de al menos 187.000 soldados, entró en Asturias.
Pelayo estaba en el monte Auseva con sus aliados. Oppa subió a la colina frente a Covadonga y habló a Pelayo diciendo: ”Si un completo ejército de godos que fue reunido fue incapaz de soportar el ataque de los ismaelitas, ¿cómo podrás tu defenderte en lo alto de esta montaña? A mí me parece difícil. Mejor considera mi aviso y salva tu alma con esta decisión, pues puedes obtener el beneficio de buenas cosas y disfrutar de la asociación”. A esto le respondió Pelayo: “¿No has leído en las sagradas escrituras que la iglesia de Dios es comparable a un grano de mostaza y que se volverá a levantar a través de la gracia divina?”.
Entonces, Alqamah ordenó a sus hombres preparar la batalla. […] Pero en esta ocasión, el poder del Señor no se ausentó. Cuando las piedras fueron lanzadas desde las catapultas y se acercaban a la capilla de la santa virgen María, que estaba dentro de la cueva, ellas volvían a quien las había lanzado y violentamente los mataba. […]
Crónica de Alfonso III, finales s.IX
TEXTO 3
Dice Isa ben Ahmand AlRazi que se levantó en tierra de Galicia un asno salvaje llamado Pelayo. Los islamitas, luchando contra los monoteistas, se habían apoderado de su país hasta llegar a Ariyula, de la tierra de los francos, y habían conquistado Pamplona en Galicia y no había quedado sino la roca donde se refugió el rey llamado Pelayo con trescientos hombres.
Los soldados no cesaron de atacarle hasta que sus soldados murieron de hambre y no quedaron en su compañía sino treinta hombres y diez mujeres. Y no tenían qué comer sino la miel que tomaban de la dejada por las abejas en las hendiduras de la roca. Y al cabo los musulmanes los despreciaron diciendo: “Treinta asnos salvajes, ¿qué daño pueden hacernos?”. […]
Al‐Maqqari, s.XVI

TEXTO 4. La guerra contra cántabros y astures

En occidente, casi toda Hispania estaba pacificada, a excepción de la parte que tocaba las últimas estribaciones de los Pirineos y que baña el océano. En esta región vivían pueblos valerosísimos, los cántabros y los astures, que no estaban sometidos al Imperio. Fueron los cántabros los primeros que demostraron un ánimo de rebelión más resuelto, duro y pertinaz. Teniendo noticias de que su levantamiento iba a mayores, César no envió una expedición, sino que se encargó él mismo de ella. Luego dividió al ejército en tres partes e hizo rodear toda Cantabria, encerrando a este pueblo feroz en una especie de red, como se hace con las fieras (…).
Los astures por ese tiempo descendieron de sus nevadas montañas con un gran ejército y se prepararon a atacar simultáneamente los tres campamentos romanos. (…)
Estas luchas fueron el final de las campañas y el fin de la revuelta de Hispania. Desde entonces sus habitantes fueron fieles al Imperio y  hubo una paz eterna, ya por el ánimo de los habitantes que se mostraban más incitados a la paz, ya por las medidas de César quien, temeroso del refugio seguro que les ofrecían las montañas, les obligó a vivir y a cultivar el terreno de su campamento que estaba situado en la llanura. (…)
La naturaleza de la región favorecía estos planes, ya que toda ella es una tierra aurífera y rica. Allí les ordenó cultivar el suelo. Así, los astures, trabajando la tierra, comenzaron a conocer sus propios recursos y riquezas mientras la buscaban para otros.


Floro s. I   La conquista de Iberia

No hay comentarios:

Publicar un comentario