En nombre de dios. Yo Ramiro, por la gracia de
Dios rey de Aragón, te doy a ti Ramón, conde de Barcelona y marqués, mi hija
por mujer junto con todo el reino de Aragón, íntegramente. Y te encomiendo a ti
todos los hombres del mencionado reino con homenaje y juramento a fin de que te
sean fieles (…) sin ningún fraude ni deslealtad, salvada la fidelidad debida a
mi y a mi hija.
También, todas estas cosas antedichas yo el
mencionado rey Ramiro te las hago de tal manera a ti, Ramón, conde de Barcelona
y marqués, que, si mi hija falleciera prematuramente, y tú aún vivieras,
(…) yo el antes mencionado Rey
Ramiro seré rey, señor y padre en el mencionado reino y en todos los condados
hasta que a mí me plazca.
Ha sido hecho el acto el 3 de los idus de
agosto del año 1137 (…)
TEXTO 2
El
rey de Córdoba, movido por una furia insana, preparó un gran ejército y ordenó
a Oppa ir con Alquamah y el ejército a Asturias. Yendo con un ejército de al
menos 187.000 soldados, entró en Asturias.
Pelayo
estaba en el monte Auseva con sus aliados. Oppa subió a la colina frente a
Covadonga y habló a Pelayo diciendo: ”Si un completo ejército de godos que fue
reunido fue incapaz de soportar el ataque de los ismaelitas, ¿cómo podrás tu
defenderte en lo alto de esta montaña? A mí me parece difícil. Mejor considera
mi aviso y salva tu alma con esta decisión, pues puedes obtener el beneficio de
buenas cosas y disfrutar de la asociación”. A esto le respondió Pelayo: “¿No
has leído en las sagradas escrituras que la iglesia de Dios es comparable a un
grano de mostaza y que se volverá a levantar a través de la gracia divina?”.
Entonces,
Alqamah ordenó a sus hombres preparar la batalla. […] Pero en esta ocasión, el
poder del Señor no se ausentó. Cuando las piedras fueron lanzadas desde las
catapultas y se acercaban a la capilla de la santa virgen María, que estaba
dentro de la cueva, ellas volvían a quien las había lanzado y violentamente los
mataba. […]
Crónica de Alfonso III, finales s.IX
TEXTO 3
Dice
Isa ben Ahmand AlRazi que se levantó en tierra de Galicia un asno salvaje
llamado Pelayo. Los islamitas, luchando contra los monoteistas, se habían
apoderado de su país hasta llegar a Ariyula, de la tierra de los francos, y
habían conquistado Pamplona en Galicia y no había quedado sino la roca donde se
refugió el rey llamado Pelayo con trescientos hombres.
Los
soldados no cesaron de atacarle hasta que sus soldados murieron de hambre y no
quedaron en su compañía sino treinta hombres y diez mujeres. Y no tenían qué
comer sino la miel que tomaban de la dejada por las abejas en las hendiduras de
la roca. Y al cabo los musulmanes los despreciaron diciendo: “Treinta asnos
salvajes, ¿qué daño pueden hacernos?”. […]
Al‐Maqqari, s.XVI
TEXTO 4. La guerra contra cántabros y astures
En
occidente, casi toda Hispania estaba pacificada, a excepción de la parte que
tocaba las últimas estribaciones de los Pirineos y que baña el océano. En esta
región vivían pueblos valerosísimos, los cántabros y los astures, que no
estaban sometidos al Imperio. Fueron los cántabros los primeros que demostraron
un ánimo de rebelión más resuelto, duro y pertinaz. Teniendo noticias de que su
levantamiento iba a mayores, César no envió una expedición, sino que se encargó
él mismo de ella. Luego dividió al ejército en tres partes e hizo rodear toda
Cantabria, encerrando a este pueblo feroz en una especie de red, como se hace
con las fieras (…).
Los
astures por ese tiempo descendieron de sus nevadas montañas con un gran
ejército y se prepararon a atacar simultáneamente los tres campamentos romanos.
(…)
Estas
luchas fueron el final de las campañas y el fin de la revuelta de Hispania.
Desde entonces sus habitantes fueron fieles al Imperio y hubo una paz eterna, ya por el ánimo de los
habitantes que se mostraban más incitados a la paz, ya por las medidas de César
quien, temeroso del refugio seguro que les ofrecían las montañas, les obligó a
vivir y a cultivar el terreno de su campamento que estaba situado en la
llanura. (…)
La
naturaleza de la región favorecía estos planes, ya que toda ella es una tierra
aurífera y rica. Allí les ordenó cultivar el suelo. Así, los astures,
trabajando la tierra, comenzaron a conocer sus propios recursos y riquezas
mientras la buscaban para otros.
Floro
s. I La conquista de Iberia